Foto de Ángel M. Felicísimo
Se trata de peinarse pelo a pelo, uno a uno, sin aturullar. El truco está en coger el peine como si fuera un bisturí, tan fácil como eso. O tan complicado. Luego hay que diseccionar la melena en fracciones mínimas; a poder ser en cabellos primos, indivisibles.
Cuando acabes con toda la cabeza habrá algún pelo que te haya llamado la atención. Seguro que lo hay, siempre ocurre. Quizás por ser más delgado que el resto, o más gordo; tal vez por su brillo o su total oscuridad. Recuerda donde estaba y rescátalo del anonimato de la mata amorfa. Córtalo, nunca de raíz. Utiliza una navaja para hacerlo.
Enróllalo en el dedo gordo del pie derecho (si te lías, es uno de de los dos que están en los extremos, no tiene pérdida) y ponte el calcetín, por favor. Guárdalo todo (pelo, dedo, píe y calcetín) con calzador dentro del zapato y ata los cordones para que nada escape.
En el zapato que queda libre metes una piedra a modo de contrapeso. Y pruebas su tacto con la planta del otro píe. Cierra también. Átalo rápido; que nada escape. Acuérdate de esto.
Te aconsejo (esto no es obligatorio) que te tapes la cabeza con una bolsa. A partir de ahora no te va a hacer ningún bien ver lo que ocurre. Aquí no hay que atar nada porque corres el riego de morir asfixiado. Deja el plástico libre, como una falda sobre la moto. Puedes llevar un par de palillos en la boca para tantear la bolsa y asustar al vecino; para dar algo de estructura, ¿me entiendes?
No olvides el paraguas en días como hoy. Lúcelo abierto, que sea tu orgullo, pero no permitas que sea él quien te lleve. Déjale bien claro quien manda aquí. Si hace sol, ponte las gafas. Por encima de la bolsa, claro. ¿Qué preguntas haces? Las gafas van siempre por encima; los palillos, que son la estructura de todo, por debajo.
Así debes salir de casa cuando sea domingo. ¿Lo tienes claro? Tú sales y paseas. Y cuando choques contra una pared tiras un dado. Si lo vuelves a encontrar en el suelo, giras a la derecha. Y si no, a la izquierda. Si, por casualidad, en lugar del dado encontraras alguna piedra preciosa ( no sé qué decirte… una perla, un rubí, no sé). Te das la vuelta y regresas a casa corriendo. ¿Me oíste? ¡Corriendo! Y una vez aquí te quitas las gafas, la bolsa y los palillos; sin prisa pero sin calma. Y vuelves a peinarte, pelo a pelo. Ya sabes cómo.
Pides factura de todo; al menos que te hagan un tique. Y me lo pasas, que yo me encargo. Sabes que lo haré.
Este «invento» fue escrito durante el taller de la USAL que esta semana ha impartido en Ávila el artista uruguayo Martín Barea Mattos. Es el resultado de un ejercicio en el que vas recibiendo distintos objetos, cada 3 o 4 minutos, que debes integrar en una misma historia. En este caso: un peine, una navaja, un calzador, una piedra, una bolsa de plástico, unos palillos, un paraguas, unas gafas de sol, un dado, una perla y un tique.
También utilizamos la técnica cut-up o de recortes, en concreto el doblado. Coges dos hojas de diferentes textos, las cortas por la mitad y combinas las lineas, de tal manera que cada frase o verso tiene una mitad de un texto y otra mitad de otro. Yo utilicé el escrito que hay más arriba y un par de poemas de Javier Hernando Herráez:
Se trata de serenarse.
Pelo, uno a uno, esponjarse.
El truco esta en construir como si fuera la espera.
Fácil como esa paciencia de los depredadores.
Luego hay que atender a lo que está ocurriendo.
Melena en frascuelo. ¡Qué cosas tienes!
Ser en cabello, pues sabes contar las vértebras de los invertebrados.
Invisibles los ojos en cualquier sitio.