Hay libros de verano, igual que hay cerezas y adolescentes en moto durante unos meses del año. Es fácil reconocerlos por su olor a crema solar, por la arena de playa que cucarachea entre sus páginas, por las marcas que dejaron algunas gotas de agua, como lunares de palabras arrugadas. Pesan más, mucho más que otros libros, de todo el sol que se quedó dentro. Y lucen un moreno albañil, a franjas, entre párrafo y párrafo.
Libros de verano
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Hermoso, esto lo alargas un poco y te fichan de sustituto de Lostalé para «Quien lee vive más».
Salud.
La de veces que me han dicho: «si esto lo alargas un poco más…». 😀 ¡Gracias, Miguel Ángel!
Es que a esa sección le dan dos tres minutos, no es porque lo necesite el texto en sí. A mi me lo han dicho para algo que tendría que durar 15 min y no sé hacerlo, eso es peor. Tu ya has demostrado que sabes manejarte más largo.
No conozco la sección, pero echaré un ojo… o mejor una oreja 🙂